Una pueblerina en la gran ciudad

La familia Pops era una larga estirpe de granjeros que se había labrado su futuro a base de esfuerzo, mucho sudor, y un gran amor por sus cosechas y su ganado.

Los productos que ellos vendían eran los mejores de toda Villagallina: una leche de calidad, unas verduras exquisitas, la lana más suave y brillante, y los huevos más grandes que te podías encontrar.

El legado había pasado de generación en generación y esta vez recaía en manos de la primera mujer heredera.

Para Berta era todo un reto, quería mantener el apellido bien alto, su padre así se lo había inculcado.

Se casó muy jovencita con su amor de toda la vida, y entre los dos formaron un gran equipo.

Sus padres fallecieron jóvenes, dejándoles todo el peso de la granja a ellos, pero llevaba preparándose toda la vida, estaba más que dispuesta a coger las riendas y hacer un gran trabajo.

Mientras ordeña a su querida Dorotea echa la vista atrás y piensa <<ha sido duro, hemos tenido momentos complicados, pero lo hemos conseguido, seguimos teniendo el mejor producto del mercado… Mi padre estaría tan orgulloso de nosotros…>>

Un pequeño torbellino hace que salga de sus pensamientos, por ahí tenía ya al peque de la casa, Damián, buscando a las gallinas para jugar con ellas. ¿Cuántas veces tenía que decirle que no las estresara, que sino los huevos saldrían chiquititos?

Enseguida salió su hija mayor a ayudarla.

Cristina: Vaaaaamos Damián, entremos en casa, vamos a dibujar un ratito anda. Mamá y papá están trabajando.

Damián: Nitas… nitas…

Cristina: No, las gallinitas tienen que comer tranquilas para poder poner huevos muuuuy grandes, ¡así mamá nos hará unas tortillas suuuper ricas!

Cristina cogió a su hermanito a caballito y los dos se fueron para dentro de casa y dejaron a sus papás trabajando.

Después de Dorotea, le tocaba el turno a Bonifacia, la llama que daba la mejor lana de la región, eso sí, si no fuese gracias a los cuidados de Berta esto no sería así. La mimaban con el mejor pienso, la cepillaban 2 veces al día, limpiaban su establo todas las tardes y bebía agua fresquita recién sacada del río Bolsona, no podía tener mejores cuidados.

Y por último, pero no por eso menos importante les tocaba el turno a sus gallinas. Caponata, Anacleta y Clotilda eran las reinas del lugar. Pienso de alta calidad, el mejor gallinero del mundo hecho por el hombre de la casa, que tenía muy buenas manos en todos los sentidos, y un gallo de lo más resultón: Rogelio, que se pavoneaba delante de ellas mostrando todo su poderío gallil.

Silvain se encargaba de realizar todas las mejoras en la granja, además de cuidar las cosechas.

Es un gran esposo y mejor padre, siempre atento, siempre pendiente de todos, por muy cansado que estuviese siempre tenía tiempo para jugar con el pitufo de la casa, para ayudar a su mayor con los deberes, para darle cuatro arrumacos a su mujer.

Ya llevaba un tiempo dándole vueltas a una idea… Tal vez era momento de comentarlo con su mujer.

Silvain: Cariño, llevo días dándole vueltas a algo… No sé qué te parecerá…

Berta: Esas manos son solo mías, ¡ya te voy avisando!

Silvain: ¡Jajajaja! Tranquila fiera… sabes perfectamente que estas manos son exclusivas para ti…

He pensado que dentro de poco hay un macro mercado en la gran ciudad… ¿Por qué no vamos a presentar nuestros productos? Aquí en Villagallina no podemos abarcar mucho más de lo que ya hacemos, tenemos buena producción, podríamos exportar a otras zonas…

Berta: No es mala idea la verdad… Arriesgado… No te voy a decir que no… Pero hacer ventas esporádicas de este tipo… nos puede dar reconocimiento a nivel extranjero.

Lo podríamos mirar…

¡Pues manos a la obra amor!, empecemos a preparar el producto que nos queremos llevar.

Silvain: Y aquí tengo a mi gran mujer de negocios…

Prepararon todo el producto, alquilaron un pequeño apartamento para pasar la semana en la gran ciudad los cuatro y pusieron rumbo a San Myshuno. No sin antes pedirle a su joven vecino, Rahul, que les cuidara los animales y las cosechas aquella semana.

Cuando llegaron allí se quedaron anonadados, jamás habían salido de Villagallina, en aquel pueblecito tenían todo lo que necesitaban. Las ropas de la gente eran tan llamativas, tan dispares, en su pueblo más o menos todos vestían igual. Cristina quedó con la boca abierta.

El mercado iba a ser el domingo así que tenían toda una semana para disfrutar de aquel lugar, para conocer cada rincón, para disfrutar de sus olores, sus sabores…

Primero se aposentaron en su apartamento. Aquello era pequeñito y la verdad es que un poquito claustrofóbico, acostumbrados a la libertad que brindaba tener una casita en medio del campo, esto era una auténtica ratonera. <<Punto en contra de la ciudad>> pensó Cristina.

Luego decidieron salir a pasear, había mucho barullo pero algo atrajo su atención, ¡gente manifestándose a voz en grito! “¡Queremos un San Myshuno libre de humos!” decían.

¡Gente tocando la guitarra por las calles!

¡Chicos pintando las aceras!

Puestecitos de comida en cada rincón, mucha gente caminando arriba y abajo, y muchos, muchos coches, Cristina tenía una sensación al respirar que parecía que le ardían los pulmones… <<Bufff… otro punto en contra… solo me ha gustado la gente que toca en las calles…>> volvió a pensar.

Llegaron a un lugar lleno de aparatos, juegos de simulación y gente vestida con ropajes de lo más extraños, era todo bien curioso, FrikiCon escucharon que decían por la calle.

Estuvo largo rato jugando con su hermanito mientras sus papás los observaban desde el banco, aunque algún que otro arrumaco vio cómo se daban por el rabillo del ojo. <<Estos mayores, todo el día con besitos y abrazos… ¡que pesados son!>>

De pronto, su hermanito salió corriendo y ella fue tras de él.

Llegaron a una zona con grandes plataformas y gente creando aparatos enormes ¿En serio? ¡¿Cohetes espaciales?! Unos niños estaban allí y Damián, que era muy extrovertido, enseguida fue a saludarles.

Damián: ¡Hola! ¿jubáis comigo?

Los niños se lo quedaron mirando y de pronto se pusieron a reír. El pequeño no entendía nada y también se puso a reír.

Damián: ¿Si? ¿jubáis? ¿pilla-pilla?

Brais: Pero enano, ¿tú de dónde has salido? ¿Eres un pordiosero?

Esos niños no tenían la menor intención de jugar con el pequeño, es más, parecía que toda su intención era mofarse de él.

Cristina: Vamos Damián, estos nenes no quieren jugar… Juagamos tú y yo ¿sí?

Los niños volvieron a reírse a carcajadas.

Guille: ¡Joder Brais! ¡Que hay otra pordiosera! ¿Pero niña de donde salís vosotros? Que las pelis de Cowboys están pasadas de moda ¡jajajaja!

Cristina sólo pensaba en salir corriendo con su hermano, con tan mala pata que tropezó y se cayó, cosa que hizo que los crueles niños se rieran aún más.

Brais: ¡jajajajajaja! Encima es una patosa, vamos pueblerina, vuelve a salir corriendo, tengo ganas de ver otra torta ¡jajajaja!

Cristina solo tenía ganas de llorar, quería gritar a sus padres pero estaban lejos y seguro que no la escucharían con todo el barullo que había allí. Su hermano empezó a llorar.

Damián: Nenes malos… taaaataaaaa…

Cosa que hizo que aún se rieran más y empezaran a insultarlos. Pero de pronto un grito los calló a todos.

Liath: ¡Eh! ¡Vosotros! ¿Queréis dejar a ese pequeño en paz? ¡¿Estáis tontos o que os pasa?! Largaos de aquí, que asco me da la gente que no sabe respetar a los demás…

Los niños salieron escopeteados de allí.

Entonces se dirigió al pequeño y su hermana, le tendió la mano a Cristina para ayudarla a levantarse.

Liath: Ey… siento mucho que se hayan reído de vosotros… son unos idiotas, no les hagáis caso…

Me llamo Liath, aunque muchos me llaman Menta, les hace gracia mi apellido…

Cristina: Gracias… yo me llamo Cristina y él es mi hermano Damián.

Liath es bonito…

Al poco se acercó otro niño de lo más peculiar, ¡tenía el pelo azul!

Casius: ¡Ey! Liath, ¿todo bien? ¿Qué os ha pasado?

Liath: Nada, ahora todo perfecto, unos niños tontos que se estaban metiendo con ellos.

Cris te presento a mi primo, se llama Casius.

Casius: Puuuuffff… Abusones… que lacra para la sociedad…

No te preocupes, sé lo que se siente puedes ver que mi pelo muy normal no es ¡jeje! Un placer conocerte Cris.

Cristina: Pues a mi me parece un pelo super genial ¡jijiji!

Igualmente Casius.

Y como los niños, niños son, dejaron a un lado las diferencias que pudieran existir entre ellos y pasaron toda la tarde jugando juntos.

Durante toda la semana que estuvieron en la Gran Cuidad, quedaron varias veces con aquellos niños tan agradables y simpáticos.

Cristina ofreció a Liath y Casius ir a conocer Villagallina, el mejor pueblo de todo el simsmundo, así que acordaron que si alguna vez iban, ella les haría de anfitriona y les enseñaría los rincones más bonitos de su pueblo que, aunque oliese un poquito a estiércol, aquel paraje de verdad merecía la pena.

Llegó el momento de las despedidas, la semana al final había pasado muy rápida. Nunca imaginó que en aquel lugar encontraría amigos. Aún no se habían separado y ya tenía ganas de volverlos a ver.

Cristina: Muchas gracias Liath por esta maravillosa semana. Espero verte pronto por mi territorio.

Liath: ¡Claro que si Popy! Créeme, en menos de lo que crees me tienes por allí, voy a ser un pesao y comeré la cabeza a mis padres para ir a Villagallina. Prometido.

Casius: Pues a ver si convenzo yo al mío para que me deje venirme con vosotros otra vez, al final voy a ser más hijo de mi tito que de mi padre ¡jajaja!

Todos se echaron a reír. Se dieron un fuerte abrazo y Cristina se fue con una sonrisa de oreja a oreja.

San Myshuno se había convertido en su lugar favorito en un abrir y cerrar de ojos.