Lazos Rotos

La orden Onmyoji se constituye por hechiceros Japoneses y se remonta a la era Heian, eran considerados sacerdotes y fueron protegidos por el imperio Japonés. Sus responsabilidades abarcan desde preparar calendarios (gracias a sus grandes dotes como astrónomos), así como la protección del imperio de fuerzas oscuras (gracias a su magia).

Isao se ahogaba, no podía más con aquella situación, con aquella presión. Amaba la magia y a su orden por encima de todo pero le oprimía el pecho la responsabilidad que ello conllevaba.

Los Onmyoji tenían estrictas normas de vida: El hijo del Sacerdote Imperial debía casarse con la menor de las sacerdotisas de la orden de las Miko, y debían tener un hijo varón, el cual seguiría la línea de sucesión, haciendo así perdurar su orden hasta el fin de los días.

Era el año en el que Isao debía desposar a Izumo Mai, la menor de la orden Miko. Se conocían, eran buenos amigos, pero no la veía más allá de una bonita amistad, no podía verla como su esposa y mucho menos como madre de sus hijos.

Isao pidió e imploró a su padre que debían cambiar aquellas tradiciones desfasadas, ¿por qué no podía enamorarse de quien él quisiera? Él tenía el don y la sabiduría de su orden y podría traspasarla sin problema a su heredero, al fin y al cabo, sangre Onmyoji recorrería sus venas de igual forma.

Por otro lado, no se sentía preparado para un matrimonio, ¿tan joven? ¡Era una locura! Aún tenía mucho por vivir, no quería atarse ya a una mujer a la que ni siquiera amaba. Pero su padre siempre respondía lo mismo:

"Para ser un Onmyoji debe ser de sangre pura, concebido de un Onmyoji y una Miko, no hay nada más de que hablar Isao-san"

Él no estaba dispuesto a seguir esa norma, era el único hijo del sacerdote Imperial, único heredero y tenía claro que no iba a renunciar a su felicidad por cumplir los deseos de su padre y la orden. Esa noche Isao desapareció del templo sin dejar rastro.

No tenía un rumbo fijado, no tenía un lugar definido, simplemente fue a donde le guiaron las estrellas, como buen astrónomo que era, y llegó a un precioso pueblo, rodeado por el mar, Windenburg. Allí nadie lo conocía, nadie agachaba la cabeza al verlo pasar, era uno más entre toda la bulliciosa gente.

Alquiló una pequeña casita que había a las afueras, cerca de los acantilados, allí tendría suficiente tranquilidad para seguir con sus meditaciones y también suficiente intimidad para poder seguir practicando su magia sin ser visto.

Dominaba el Yoga, las artes marciales y tenía un gran espíritu de superación, así que no le costó en absoluto encontrar trabajo en el gimnasio del pueblo, allí se dedicaba a ser monitor y entrenador personal. Por primera vez en mucho tiempo Isao se sentía pleno, feliz, por fin vivía la vida que él quería y no la que le imponían. Se sentía LIBERADO.

Los días pasaban tranquilos, trabajaba durante el día y practicaba su magia y meditación por la noche, creía que no podía haber hombre más feliz en la faz de TierraSim, hasta que una persona apareció en su vida poniéndolo todo patas arriba.

Aquella tarde su corazón dio un vuelco, ante él se presentó su nueva compañera de trabajo, una imponente morena, con una mirada de lo más inusual, tenía una voz dulce y una sonrisa cálida. En ese momento Isao supo lo que significaba aquella palabra que todavía no había experimentado, esa palabra de 4 letras que tanto creyó que nunca sentiría…

Llegó a su casa y la meditación no salía, cada vez que quería concentrarse aquellos ojos le seguían mirando, aquella dulce voz le seguía hablando… Con los hechizos no fue mucho mejor… y entonces entendió que aquella persona iba a ser su mundo.

JORDAN había calado en lo más profundo de su corazón y tuvo claro que había tomado la decisión acertada.