25. Hasta que la muerte nos separe

Ayer fue el gran día, ¡¿puede ser posible que con todo el tiempo que llevamos juntos estaba como un flan?! Decidimos celebrar nuestra boda en Sulani, no podía ser de otra manera, allí fue donde empezamos esta andadura juntos, es allí donde debíamos sellar nuestro compromiso.

Yo ya estaba en el altar, esperando, deseando ver aparecer a Becks de la mano de nuestro pequeño Zuria.

Sentados frente a mí, mi FAMILIA, la que tanto había deseado tener y que por fin se había convertido en una realidad… Y entonces se me cortó la respiración…

Allí estaba ella, delante de mí, vestida de blanco. Estaba tremendamente hermosa, llevaba el cabello recogido, dejando al descubierto sus sensuales hombros, lucía una radiante sonrisa y le brillaban los ojos con una intensidad inimaginable.

Llegó al altar y nos dijimos nuestros votos:

Hicimos el intercambio de anillos y nos fundimos en un beso, Becks y yo acabábamos de convertirnos en marido y mujer, ¿Quién nos iba a decir que todos aquellos escarceos en la uni iban a terminar así? Si me lo llegan a decir entonces, creo que me hubiese estado riendo por semanas.

Llegó el momento de relajarse y disfrutar de la fiesta, todos bailaban, nos hacíamos 50.000 fotos, los niños correteaban y jugaban, en ese momento me sentía tocar el cielo con la punta de mis dedos, estaba abrumado de tanta felicidad.

La fiesta tocó a su fin, todos nos fuimos a nuestros alojamientos, cayeron redondos pronto pero yo estaba demasiado emocionado, demasiado extasiado como para dormir. Me quedé sentado en la orilla del mar, viendo amanecer.

Becks apareció al nada.

Becca: Ey, ¿no piensas venir a cumplir con tu deber como esposo? No te han explicado que hay que consumar?

La sonreí.

Nane: ¡¡jajaja!! Querida esposa, creo que tu y yo lo tenemos más que consumado. Becks, es que aun no me creo que esta sea mi vida…

Becca se sentó encima mío, nos besamos, los latidos de mi corazón se aceleraban, Becca conducía mis manos por cada rincón de su cuerpo, hicimos el amor en la arena. Ella era mi mundo, mi todo y ahora sabía con certeza que nada ni nadie iba a romper lo que habíamos forjado.